Retazos

poesía transitada por tropiezos y naufragios, por hormigas y sapos que rechazan la monarquía, por princesas anarquistas y sabiduría despeinada, por nostalgias, melodías de piratas y sirenas afónicas...por rancheras, vino en vaso de mermelada y serenatas de ranas que cantan como columpios

domingo, 12 de septiembre de 2010

Arbolitos de Navidad

La primera vez que se llevaron a mi papá a ser operado porque estaba enfermo yo tenía 5 años. Recuerdo hablaba con Candy mi perro, con un Cristo desconchado de cerámica en el cuarto de mi abuela y con una muñeca de trapo pelirroja que nunca le puse nombre. Mis peticiones a estos tres seres funcionaron esta vez porque al cabo de semana y media mi papá estaba de vuelta en casa. Recuerdo que me contaron que le habían sacado la vesícula y le había dado una cosa que se llamaba peritonitis, cosa que yo asociaba con peras dentro de su panza. Me parecía curioso que si le habían quitado una parte que se llama vesícula tuviera la barriga más grande y allí le encontré un lugar a las peras. Cuando le quitaron la cura, después de un tiempo, en la barriga de mi papá se dibujó una figura que pasó a ser uno de mis juguetes favoritos. Y es que en la panza de mi papá estaba dibujado un arbolito de navidad, con todas sus ramas listo para ser decorado. Esa mañana de sábado me levanté corriendo de mi cama a la de mi papá. El me esperaba con su sonrisón, sus brazos abiertos y esa pelambre de Carlos Gardel despeinada. Esa mañana decidí proponerle aprovechando la cercanía de la Navidad. “Papá vamos a adornar tu arbolito”. Cómo muchas veces se me quedaba viendo, se reía y me preguntó de qué estaba hablando. Le subí la camisa de pijama y le señalé lo que yo ya había visto claramente hacía días, la cicatriz que se dibujaba en su panza. Soltó una carcajada y nos pusimos en función. Busque mi cartuchera con marcadores y comencé a pintarle bolitas de todos colores y tamaños en cada una de las rosadas ramas y en la copa una estrella amarilla. Esa mañana la panza de mi papá pasó a ser mi pizarra favorita de arbolitos de navidad. El tiempo pasó con sus agujas de tejer y sus medias de reyas de colores y a mi papá se lo llevaron la segunda vez para operarlo. Esa vez lo despedí en la puerta. El iba con su pantalón de pijama, se monto en la camioneta, en ese entonces su piel se había puesto amarilla y esa tarde su melena de Gardel estaba peinada para atrás, impecable. La última vez lo vi levantar su mano y lanzarme un beso que todavía guardo en el rincón del alma donde también guardo los arbolitos de navidad. No lo volví a ver más pero hoy que soy payasa de hospital entiendo que el ojo que me enseñó a ver en la panza de mi papá un arbolito de Navidad es el ojo que hoy tengo para acercarme a los hospitales y me permite seguir viendo arbolitos de navidad en enormes cicatrices.

La muerte en femenino

Ayer viniste a visitarme, hacía un rato que no nos encontrábamos. Como te gusta el frío más si no es el fresco del invierno sino el seco de las salas de espera de los quirófanos. Silenciosa, pero la verdad has perdido un poco de tu elegancia o decidiste tropicalizarte, la falda de flores no te queda ni mal. Esta vez si quedaste al descubierto, no dejas de sorprenderme, siempre imaginé que seguro prescindías de ropa interior, debe ser incómoda e innecesaria con tanto hueso, pero esa imagen nunca la olvidaré cuando decidida a entrar en la sala de quirófano donde operaban a mi mamá, la ráfaga de aire helado y seco que salió cuando abriste la puerta te levantó la falda y ahí, paf, la sorpresa la muerte tiene vulva, definitivamente es mujer, amazónica, florida, sin tendencias modernas de dejarla calva. En ese instante, volviste a bajar la cabeza, te remangaste la falda y volviste a salir corriendo. Toña P.H .(En un helado lugar. 2010)

Despedidas

Me despido del dolor
Compañero puntual en lo inoportuno
Que si se aprende con el dolor?
Preferiría aprender cuando me soban la panza
Pero su abstracta enseñanza
ahora me acompaña, sin ojeras
Ahora como quien ve de lejos
A un compañero que causa tristeza y da un poco de rabia
Entonces viene el alivio
Me tomo un café con leche y brindo por su ausencia
Y Le canto rancheras sin despecho y boleros sin desgarro (Caracas, Enero 2010)

Pantaloncitos rojos

El sacó un pantaloncito rojo de su bolsillo, cabía en sus dedos. Le hicimos una canción mientras el lo bailaba con su manao simulando un pequeño personaje y reimos y cantamos. El me dijo "es un recuerdo de mi hermano, siempre lo llevo conmigo" y lo guardó en su bolsillo. (Cali 2009) Toña P.H

Vuelve un día

Ayer me encontré a la esperanza cabizbaja, nostálgica .Le hice cosquillas y un barco de papel, en lo que me di media vuelta se montó en él y me dijo que volvería con los brazos abiertos.

Sra Pan de Chocolate

Sra Pan de Chocolate

Compañeras

Ahora hasta en sueños, en todos los rincones, ellas, las hormigas en conmemoración a la manifestación masiva en protesta porque el proceso evolutivo las dejó sin alas, destinadas a caminar y caminar.


De Lirios


Quiero invocar al que vive dentro, al que está al alcance del hipo y del bostezo, al desequilibrio desencadenado por el hecho de no ser ágil emocionalmente, al delirio cotidiano, al que chispea durante y después de un abrazo, al del atolondrado vuelo de una mariposa ,al de las chicharras que cantan hasta estallar, al de pequeños grandes actos de libertad.

Al de los cuerpos que se ensortijan hasta fundirse olvidándose quién es quién, al del tikititiki que entra en el cuerpo cuando suenan los tambores, a las inevitables ganas de cantar que dan en un ascensor lleno de personas, al de atreverse a decir lo que nunca se supone que se debería decir, al de la valentía de andar por un camino diferente al que está trazado, ese que muchas veces está minado de piedras pero una vez iniciado se comienzan a encontrar flores de alcachofa, de puma laca cuyo color llega a endulzar las pupilas, con lagartijas azules, príncipes ranas y burros alados.

Al de los dinosaurios que bailan en la panza cuando se ama,
al de atreverse a viajar por las emociones pero nadando o volando para alcanzar su altura máxima
o poder llegar a su más íntima profundidad, al del trote de la cojera de una artritis.... al de insistir coleccionar lo incoleccionable, al del grito sordo en medio de una ciudad cuyo ritmo lo la lleva el reloj de los pasos de los oficinistas,
al de los acordeones que hacen saltar pelusas en los ombligos,
al de la adicción a reír a carcajadas, al del sueño de los morrocoyes de aparearse un día sin caparazón, al de pensar que es un derecho que se debe defender desde la palabra, la acción, el alma que canta al son de las maracas. Toña P.H(Caracas, 2007)




Autorretrato

La vi llegar, una tarde de invierno y apenas la vi, la reconocí. Recordé aquellos días que la veía con sus botas ortopédicas, sus dientes volados hacia delante, su mirada inocente. Esta vez la vi diferente, aunque no fue difícil reconocerla. Su mirada era la misma, aunque ahora le acompañaba un toque de tristeza, ojos de luna en cuarto menguante. Quise hacer un gesto a ver si me reconocía y vi que ella también hizo un amago por saludarme, sabía perfectamente que yo estaba allí. No me sorprendieron sus zapatos de flores, de pequeña también tuvo unos pero le duraron muy poco, el pie le crecía muy rápido. Recuerdo aquella época terrible cuando estábamos acabando la primaria, ya calzaba 40 y como con alguna lágrima en los ojos me contaba en secreto que sus primos le decían que si dormía de pie. La seguí observando y le volví a ver los calcetines diferentes, recordé que siempre me explicaba que el la lavadora de su casa vivía un monstruo que se alimentaba de calcetines y que tenía la delicadeza de dejar uno de cada. Y ella así los utilizaba. Tampoco su bufanda y su gorro de mil colores que por su puesto, no combinaban entre ellos; también me hizo recordar aquel tiempo en que sólo teníamos siete años y un día su madre le dijo: “Mira mijita, yo contigo tiro la toalla. Tu vístete como quieras”. Sus ojos se iluminaron como un par de paraparas y ella sacó sus jeans de rayas, su camiseta de cuadros, sus calcetines de números y sus botas ortopédicas. Ese día, después de tanto tiempo nos miramos a los ojos, me encantó verla sonreír. Nos acercamos para reencontrarnos, para abrazarnos, para nosotras era muy importante el contacto físico. Y en un intento de aproximar nuestras manos, ya casi nos tocábamos, me di cuenta que una vez más no podía acercarme a ella, porque como siempre, yo me había quedado atrapada del otro lado del espejo. Toña P.H(Barcelona 2002)

Papeles para tod@s

Salvo las mañanas que limpiamos nuestras pulgas
salvo las repetidas horas del té
salvo cuendo se quiere construir un hogar en un lugar inverosimil
salvo cuendo se miran a los ojos y en ellos descubren su canción
salvo la hora en que los aromas despiertan sus propios paladares
Buscan su vida de hoy, bajo la cúpula de una iglesia, su religión en este momento universal.
Se miran al espejo, se miran, nos miramos. La esperanza incierta hacen sus cuerpos bailar y sus almas con el grito mas desgarrador y antigûo que clama la sublime libertad. Toña P.H.Babilonia 2001

Banano

Banano es el prototipo de jefe pandillero y de hecho ya lo es!!! El otro día lo encontré liderando una banda de hormigas que querían salir de su huequito en la tierra donde él había tirado su escupitajo. También me lo encontré un día siendo el cabecilla de una pandilla de lombrices que escapaban, como si estuvieran bailando, de una caquita que hizo en la tierra. El, como jefe pandillero, las hizo bailar en fila hasta llegar a un agujerito donde el sabia que estarían a salvo. A Banano le encanta pintar!!! En el mercado estábamos con la pizarra de la escuela móvil pintando patos y gallinas y de pronto lo vi subir y subir, estaba agarrado al ala de un pato que decidió salir a volar y Banano con su sonrisa de anciano atrapada en un niño de 4 años. Hoy día me lo encontré, se había quedado dormido en un rincón, pegando saltitos como un grillo inquieto. Soñaba que volaba y en su vuelo era el jefe de una pandilla de nubes que se enfilaban y el las saltaba como una rana, luego cuando se cansaba, se metía dentro de una de ellas para arroparse del frío, de la noche, de la calle hasta que despertaba listo para encontrar una nueva pandilla de grillos o de estrellas, de ranas o nubes, de hormigas o lombrices... Toña P.H (Ayacucho, Perú 2004)

Vendedor Ambulante


Lo conocí en la plaza, se llamaba Genaro, tenía la mirada de los que saben vivir, de los que saben reír. Un campesino con las montañas y la tierra grabadas en el rostro, en los ojos. En su sombrero dejaba unas cuantas migas de pan y no era extraño verlo sonriendo mientras unos cuantos pájaros comían de su cabeza.
Llevaba un viejo aguayo(tela típica andina) en su espalda, le pregunté ¿qué vendes? . El me dijo, "aquí guardo mis recuerdos". Se lo bajó de la espalda y lo abrió con mucho cuidado, sacó una colección de atardeceres que contenían los colores más bonitos que había visto. Mientras me miraba con una sonrisa abundante en sabiduría pero escasa en dientes.
También sacó una bolsita pequeña y me dijo que acercara mi oreja cuando él la abriera. Eso hice y escuché unas cuantas risas y carcajadas de niños, lejanas. la cerró y me miró con esa cara de niño travieso y me dijo "son las risas de mis niños, siempre cuando abro la bolsita me entran ganas de reír, aunque mis ojos a veces se llenan de lágrimas, debe ser porque más cerca de ellos quiero estar"
De repente sacó del aguayo un charango (guitarrita andina pequeñita de 10 cuerdas) sin cuerdas y me miró sin decir ni una palabra, pero diciéndome un montón de cosas. Recuerdo aquel silencio como un revuelo de lagartijas en el pecho. De pronto el silencio se quedó dormido y Genaro me dijo "son los que la tierra ha reclamado, sus memorias, sus voces, sus silencios. Este charango sin cuerdas representa sus voces silenciadas pero ellos siguen cantando, gritando desde algún lugar en el centro de la tierra"
Genaro cerró su aguayo, con el mismo cuidado con el que me había enseñado sus recuerdos, me regaló una semilla y se fue.
Yo la semilla la guardé, luego la sembré y unas flores chiquiticas florecieron, esas flores siempre me recordarán las caras de niños encerradas en los rostros de los ancianos, los atardeceres y sus colores, las risas, las lágrimas, los silencios y las voces de los que cantan y gritan dentro de la tierra que un día Genaro me enseñó dentro de su viejo aguayo. Toña P.H (Sucre, 2005)

Ellos que florecen

La ciudad está llena de chuecos y locos que hablan del vuelo de las flores con sus amigos imaginarios... yo cada vez que puedo me quedo cerquita... siento que tienen un mensaje para mi, los lúcidos de las alcantarillas, los libres de uniformes y noticias que dan angustia. Toña P.H (Cochabamba 2007)
En las tardes la nostalgia brota como de una cáscara de nuez que saca una vela pequeñita y comienza a navegar en un charco, como en el que saltan los niños cuando acaba de llover para salpicarse y reír, como en el que se refugian los sapos que saben que no son príncipes ni pretenden serlo. Y mientras el tiempo comienza a pasar, esa rueda sin relojes que seduce con su cambio de colores de luz de la tarde, allí se queda en el sube y baja de sus pechos hasta que se queda dormida o sale a volar a encontrar el calor. Toña P.H (Caracas 2006)

Celadora de recuerdos

Celadora de recuerdos

El Bar de las Flores

La montaña de dentro palpita, su corazón tiene tantos años, años de aviso, años de silencio. Por eso sus hadas no dejan de aletear en murmullos que huelen a canela. Cantan en las noches, a veces también lloran y vuelven a cantar chupando el vino de las flores. Ahí es cuando bailan esperando el alba. Algunas se cuentan sus secretos y se despojan de sus escasos ropajes. Cuando el sol despierta, echan a volar.Toña P.H(Caracas, Sept 2007)

Travesía

El viento sopla y el paraguas amarillo abre sus velas preparado para navegar en las nubes. Ellas dibujan olas listas a ser remontadas sin catalejos, con algún palo de escoba para remar y aprovechar el mapa que dejaron dibujado las estrellas. En la montaña la marea crece, se difumina. Bocanadas de humo de los dioses que fuman hierbas. Ahora entiendo la sonrisa que se me dibuja cuando sopla el viento con las nubes cerca. Es su momento de comunión, pasan la pipa y yo, ya he zarpado con tres velas amarillas y un mapa que no aprendí a leer.Toña P.H(Galipán, 2008)

A punto de despegar

A punto de despegar

Algunas ellas

Hoy paseaba para escoger una callecita , la que más me gustara. En mi paseo ellas, siempre de arriba a bajo con sus pies arrugados, duros, hermosos, como si quisieran contar historias de caminos, de tropiezos, de levantadas, de trabajo en la tierra, de bailes de morenadas y de tinku, con sus polleras con cuatro fondos, con sus trenzas hasta la cintura, con las montañas grabadas en los ojos, con su sombrero que pareciera se los sostuviera un hilo transparente que atan a las nubes. Llegué a esa callecita empedrada, una de las que da a la plaza, en el camino cuatro tiendas de abarrotes o cinco, que venden lo mismo, en la esquina está el café París y al lado están el acordeonista ciego y la abuela que canta con todas sus mantas encima, con los ojos cerrados y la cara arrugadísima una canción en quechua que imagino habla del recuerdo de la sensación de los rayos del sol en las plumas de las alas de los pájaros que migraron en la última nevada, su sueño con el regreso.

Pasa una niña que vende dulces, los mira un ratico, me mira, me ofrece lo que vende en su cajita, le pregunto su nombre y me dice "Rosa", le compro un cigarrito y me dice que ya viene que tiene que buscar a su hermanito que está en la esquina. Me siento en un escalón con un cartón en mi rabo, la calle está mojada, hoy llovió mucho, los pocos caminantes pasan al lado del acordeonista ciego y de la abuelita sin detenerse, los abuelos con gorras de cuadros, dos jóvenes tomados de la mano la vendedora de globos con una cara dibujada sin mirar, sin escuchar, como si ya fueran parte del paisaje. Toña P.H(Cochabamba 2007)